martes, 28 de mayo de 2013

[Relato] [FanFiction] Secreto de 2 III: Desequilibrio

No os entretengo, aquí os dejo la tercera entrega de Secreto de dos...

El título es temporal, acepto ideas jejeje



Desequilibrio


Todo empezó a temblar, y Henry supo que algo no iba bien. Algo que salió expulsado de lo más profundo de él tiñó la esfera de magia con un tono azabache que no auguraba nada bueno. Culpa. Arrepentimiento. Cuando quiso volverse atrás le pasó como la primera vez, estaba paralizado. Así que decidió tranquilizarse una vez más y dejar que todo pasase. Ruby también había notado el cambio, pero ella sí que se preocupó. El instinto que llevaba controlando tantos años se estaba desatando una vez más, y notaba que perdería el control sobre sí misma de un momento a otro. Entonces pensó en él, en Henry, y en lo que podía pasar si no podía controlarse estando él tan cerca. 

-CORRE-pensó con todas sus fuerzas, proyectando de alguna manera ese pensamiento hacia el chico. Henry lo oyó y sabía que no podía moverse, era inútil, ya lo había intentado otras veces. Además, sabía que de un momento a otro llegaría el aislamiento sensorial y entonces no podría percibir ni su propio cuerpo, ¿cómo iba a correr?

Ruby se encontraba al límite de sus fuerzas. Su lobo interior no le daba tregua, intentando hacerse con el control de su voluntad. Estaba hambriento y podía oler perfectamente la carne fresca a apenas unos metros. Ruby no entendía por qué Henry no se movía ni un centímetro, y cuando estaba a punto de sucumbir al Lobo, hizo acopio de las fuerzas que le quedaban y las disparó hacia el chico, saliendo este despedido de la esfera mágica. Entonces la burbuja se rompió, liberando así el humo negro que contenía. La magia, esa clase de magia tan pura mezclada con un sentimiento tan humano como el arrepentimiento...

Era el fin. 

El aire de Storybrooke empezó a oscurecerse junto a las almas de todos sus habitantes. La luna dejó de reflejarse en los charcos, un viento sin origen soplaba en todas las direcciones. Storybrooke enfermó en el acto, y esta enfermedad la percibieron todos los seres que se encontraban en su territorio. Pesadillas terroríficas invadieron los sueños de los habitantes de Storybrooke, pesadillas que solo unos pocos recordarían al día siguiente. Las aves echaron a volar en mitad de la madrugada para alejarse de ese lugar.

Mas Henry no se dio cuenta, porque apenas recuperó el conocimiento se encontró enfrente de un lobo hambriento y dispuesto a atacar de un momento a otro. Echó a correr. Bien sabía que nada podía hacer contra la velocidad de esa bestia, pero fue más bien un acto reflejo, mientras esperaba que unas garras le derribasen desde atrás. Se equivocaba. Aceleró y aceleró y cuando se quiso dar cuenta apenas percibía los árboles, que iba dejando atrás a una velocidad endiablada. No entendía porque no le alcanzaba el lobo, a pesar de que lo sentía a escasos metros de él. Miró hacia abajo y se encontró prácticamente flotando, avanzando a una velocidad que rozaba lo imposible y sin apenas ver sus piernas. Aún así, el lobo estaba acortando distancia.

Ruby se encontraba en una telaraña que la tenía atrapada, no podía mover ni un músculo. Esa red viscosa se adentraba en ella transfiriéndole lo que estaba haciendo con su cuerpo el lobo. No era ella quien lo controlaba, de hecho, ella solo podía observar la cacería como si se tratase del cine. Ella sabía que lo que controlaba a la bestia era esa magia que había percibido, distinta. La chica notaba que solo era compartía una pequeña parte de su ser con el lobo, la correspondiente con sus funciones vitales, pero no se le ocurría como aquello podría ayudar a Henry, que se acercaba peligrosamente. Cuando apenas se encontraba a tres metros del chico, lo vió:

Henry Mills, aquel con el que había compartido tantas veces esa magia ahora estaba envuelto de ella. Una nube prácticamente transparente le empujaba a continuar, pero no lo suficiente rápido. Ruby había escuchado leyendas que le había contado su abuela en las que se teorizaba con qué ocurriría si un humano mezclase su alma con Su Magia, las teorías más optimistas hablaban del exterminio de todo ser vivo... 

Henry huía. Al cabo de los segundos pudo hacer balance de la situación. Se encontraba alcanzando una velocidad increíble a treinta centímetros del suelo sin llegar a tocarlo, envuelto en algo que lo hacía avanzar, pero no sabía catalogar de bueno o malo. "Si no llega a ser porque un lobo hambriento intenta devorarme esto molaría", pensó. Es curioso cómo reacciona la mente humana ante una situación extrema. En ese caso, Henry  se rió de su ocurrencia.

Ruby escuchaba risas, no sabía de dónde. Unas carcajadas que ya había oído tantas veces que le fue muy fácil identificar.
-¿Henry?
Henry escuchó que sus pensamientos le llamaban, estaba volviéndose loco, así que no perdía nada por responderles.
-Aquí estoy, ¿con quién hablo?
-Henry, soy Ruby
Ninguno había movido la boca, no emitían sonido alguno. Simplemente, se pensaban.
-¿Ruby?
-La misma
-Ah... Genial, ¿me haría el favor de dejar de intentar devorarme?-Henry no entendía de dónde había sacado ese humor, sería por el hecho de que era su mente y no él la que estaba hablando-. Es algo incómodo, ¿sabes?
-Qué gracioso, yo que te perseguía porque pensaba que te gustaba.
La absurdez de conversación que mantenían era debida a que eran sus subconscientes, y no ellos, los que formulaban las preguntas.
-¿Qué has hecho Henry?
-No lo sé. Llevaba haciéndolo muchos meses sin que... Bueno, supongo que tú te diste cuenta desde el principio, ¿no?
-Sí, pero nunca había pasado algo así. ¿Qué ha cambiado?
-No ha cambiado nada, solo traigo lo que llevo puesto y un enfado que no te imaginas. ¿Puede hacer algo un enfado?
Vaya que si podía. Un enfado era algo muy simple pero al mismo tiempo muy poderoso, muy humano. Esa clase de cosas que nunca habría que mezclar con Esa Magia.

Entonces Ruby lo entendió. El lobo trataba de destruir a el que había sentenciado el mundo en el que vivían, acabando así con el desequilibrio formado. Simplemente era eso, tan sencillo, su muerte. Pero ella, en un mundo en que todos los habitantes de su pueblo habían conseguido encontrar la felicidad a su manera hacía apenas unas semanas, veía incomprensible que ese que corría para salvar su vida pudiese  ser la razón por la que todo terminase.

Henry sintió EXACTAMENTE lo que estaba pensando Ruby. Él siempre había querido ser un héroe, pero eso no implicaba que tuviese que morir. No tan pronto. Al fin y al cabo sería un héroe, pero solo tenía trece años. Nadie le podía reprochar lo que hizo. Apretó el paso y alcanzó el límite del territorio de Storybrooke, donde pensaba que estaría libre, pero se equivocaba. Una pared invisible le hizo rebotar, internándole en el bosque de nuevo. Storybrooke sabía muy bien que estaba condenado, y gastaba sus últimas fuerzas en que esa infección no se extendiese al exterior. 

Ruby intentaba pensar con claridad, en vano.


La persecución se prolongó hasta el punto que Henry no sabía si habían pasado horas o segundos. Sabía que algo pasaría de un momento a otro, la balanza de decantaría por alguno de los dos lados.

Ruby llegó a la conclusión que no sería capaz de acabar con ese chico sin reprochárselo durante toda su vida, pero también comprendía que eso era exactamente lo que debía pasar, por el bien de todos. Al tiempo que reflexionaba sentía cómo las lágrimas caían por sus mejillas, lágrimas intangibles como toda ella. Lloraba porque lo había comprendido, y le gustaría no haberlo hecho. Entonces algo cambió.

Henry intentaba ignorarlo, pero sabía que le estaba empezando a fallar aquello que le impulsaba, y eso implicaba que el lobo se le acercase cada vez más. Entonces Red pensó sobre lo necesaria que era su muerte para el resto del mundo y Henry se preguntó por qué. Y cómo si hubiese enviado un mensaje directo al cerebro de Ruby, este le respondió con una historia...

No podía ser verdad, otra vez no. Ya tenía suficiente con haber muerto una vez hacía tiempo por culpa de su madre al intentar envenenar a su otra madre. Le parecía realmente injusto que ahora tuviese que morir por culpa de su madre biológica. Y aunque al principio insistió en negarse, al fin dudó, y esa duda fue suficiente para liberarse de la magia Oscura que había aprovechado su oportunidad y había utilizado a Henry. Al notar que se desvinculaba de la burbuja, se tranquilizó, lo había logrado, pero su alegría solo duró un segundo, pues al ver dónde estaba se dio cuenta que era demasiado tarde. Se había librado de la burbuja en el momento en que esta entraba por el único lugar que Storybrooke no había podido defender.

Ruby entendió demasiado tarde como debilitar al lobo. Si hubiese dejado de respirar tres segundos antes habría dado tiempo a frenar a la bestia, tres segundos antes habrían sido suficientes para que aminorase la velocidad y le diese tiempo a frenar. Pero cuando la rabia nos ciega, no hay nada que hacer, como tampoco tuvo oportunidad de evitar saltar al pozo, tras una Magia que podría acabar con todo, y acompañando a un niño que sin quererlo se estaba adentrando en un mundo de aventuras y amor, pero también muerte y destrucción


Al tiempo que el pueblo moría gastaba su último halito cerrando el único portal que quedaba abierto. Y entonces Storybrooke dejó de existir

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